Creen saber todo gracias a Internet, pero saben poco o nada
“Escucha y corre esta nota de voz en tu familia. Si puedes, mándaselo a mi mamá y a todos. El rumor que se escucha acá en Colombia, y la noticia por Caracol, es que en la noche intervienen a Venezuela. En Aruba ya están los soldados americanos en los portaviones, casi que montaos. Y Trump está negociando con Santos para meterse por Colombia”.
Es la transcripción de un mensaje de voz enviado por WhatsApp. Una docente universitaria, muy apreciada por este autor, fue uno de sus receptores. La aterrada colega reenvió el contenido al suscritor de estas reflexiones. Su pregunta: “¿Qué sabes de una invasión a Venezuela? Hay muchos rumores”, añadió casi convencida del engaño.
WhatsApp y las noticias falsas
El mensaje que recibió la profesora sobre una invasión militar a Venezuela no se descarta del análisis político internacional. Particularmente ante las recientes amenazas y el discurso de Estados Unidos. Pero en este caso, evidentemente se trataba de una noticia falsa.
Está comprobado que WhatsApp y otras redes sociales en Internet son aprovechadas para propagar las conocidas “fake news”, que nacieron en el marco de la denominada posverdad.
WhatsApp, la aplicación de mensajería instantánea, propiedad de Facebook, más popular en unos países que en otros, no solo es usada para la comunicación privada y personal, también para la comunicación colectiva. En Brasil, 120 millones de personas hacen uso de WhatsApp.
Periodistas y medios también generan o repiten noticias falsas, fuera y dentro de Internet. Pese a que en múltiples ocasiones se destapa el engaño, hay medios que mantienen la información en la web. El caso de CNN sobre Rusia es emblemático. Otros medios tampoco han desmentido la farsa. Rusia, China, y otros países, sostienen que se trata de un discurso de la Guerra Fría.
La distorsión de la realidad influye en el pensamiento y en la conducta de lectores y oyentes. También afecta las decisiones de mandatarios, generando tensión entre países, con escenarios de hostilidad diplomática y bélica. Los receptores del engaño creen estar frente a verdades absolutas. En una diversidad de casos se trata de verdades a medias y mentiras difundidas como verdades.
En Internet cualquiera es autor
Hay un nuevo autor, el cibernauta. Así lo define el diccionario de la Lengua Española. El manejo de la información ya no solo es patrimonio de los medios tradicionales.
Para entender mejor hay que revisar algunos antecedentes. En el siglo XX, cuando apenas iniciaba Internet, su uso era exclusivo de la comunicación militar, científica y académica. A fines del mismo siglo, la creación de la World Wide Web (www), multiplicó la conexión. La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) prevé que a fines del 2019, el 50% de la población mundial, que se estima en 7 mil 600 millones, estará conectada a Internet. Actualmente 3 mil 800 millones permanecen sin acceso.
La revolución de la información le ha dado voz a los que no tenían participación. A otros les ha permitido saber lo que quizá desconocían. Hoy es posible consultar otras fuentes alternas. La democratización de la información también presenta peligros. El más nocivo es la anarquía informativa que impera en Internet y las redes sociales.
En la Web, cualquiera abre un sitio, un blog, o una cuenta en redes sociales. Multitudes se presentan con una identidad anónima. Incluso pagan a empresas para crear seguidores falsos. La idea es aumentar la fama, o ejercer influencia en Internet.
A fines de enero de 2018 el diario estadounidense The New York Times publicó un amplio reporte periodístico sobre el tema: “La fábrica de seguidores”, aludiendo al mercado negro de las redes sociales. El medio cita a la empresa estadounidense Devumi.
Desinformar no es igual a informar
Millones desconocen la diferencia entre informar y desinformar. La información proporciona conocimiento y saber. La desinformación, según el diccionario de la Lengua Española implica dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines, dar información insuficiente y omitir información. Este último concepto está relacionado con la censura informativa, en perjuicio de periodistas. Es una prerrogativa de gobiernos, medios, y el poder económico.
Las verdades a medias, y la descontextualización, también caracterizan la desinformación. Descontextualizar implica omitir las referencias históricas y anula responder a las preguntas ¿cómo y por qué?
Hay quienes todo lo que encuentran o miran en Internet lo consideran información. Creen a ciegas lo que leen. Desconocen quequizá solo sean consumidores de la desinformación. Bien lo dice el académico y lingüista estadounidense Noam Chomsky: “la población general cree saber lo que está ocurriendo y ni siquiera sabe que no lo sabe”.
El motor de búsqueda más consultado
Millones consultan Google de forma incorrecta. Anotan una o varias palabras claves. Cualquier resultado que arroje el buscador lo asumen como un dato seguro. Desconocen por qué es importante saber de dónde salió la información y quién la publicó. Ignoran que se trata de una empresa con intereses, que desvía contenidos, y que por ello fue sancionada en el 2017 con una multa superior a los 2 mil millones de euros.
Medios y periodistas confiables
En Internet también existen autores y periodistas confiables. A diario desenmascaran las noticias falsas que otros diseminan. La presencia de medios alternativos (no tradicionales), es una prueba de que no todo está perdido.
Hay una gran una oportunidad de ejercer el periodismo mediante una conducta ética y responsable, en lugar de expandir el engaño de aquellos que creen saber todo, gracias a Internet y a las redes sociales.
El autor es periodista y docente universitario