Panamá 9 de Enero: después de 59 años falsos patriotas continúan pisoteando la lucha nacionalista
Por: Abdel Fuentes
9 de enero, 2023
En la década de los años 70 y 80 para muchos de quienes apenas crecíamos recordar el 9 de enero de 1964 revivía sentimientos de rechazo e impotencia. Evolucionábamos durante la era de la denominada antigua Zona del Canal, franja territorial ocupada por Estados Unidos mediante la presencia de bases militares y otras actividades.
En nuestra propia tierra era prohibido pasearnos con libertad por la Zona del Canal. Eran pocos los lugares a los cuales se nos permitía entrar. Y, en aquellos casos, tampoco estábamos exentos de experimentar estrés debido a la presencia militar.
Para quien escribe estos grafemas, ir a la playa Veracruz era toda una aventura, que también incluía amargura. Un punto de control militar precedía nuestro corto viaje. Si a los gringos les salía de sus forros que no pasáramos -como decía mi padre- no pasábamos.
El régimen de apartheid, la letra de la canción Colonia Americana No -que cantábamos con alma y vida-, las imágenes transmitidas por la televisión sobre lo ocurrido el 9 de enero de 1964, tras la metralla gringa y el primer caído -Ascanio Arosemena- y los nefastos tratados como el Hay-Bunau Varilla, referidos como material de estudio, afianzaban en nosotros ese sentido de identidad nacional y rechazo por la presencia militar norteamericana.
El abogado y expresidente Jorge Illueca en una publicación que hizo en el diario el Panamá América el 21 de enero de 1964, concluyó: "El pueblo panameño se siente orgulloso de la conducta de sus generaciones juveniles".
Como mencionó Marco A Gandasegui H. en un artículo de su autoría publicado en la revista Tareas de marzo-abril de 2016, bajo el título la Juventud Panameña y la gesta del 9 de Enero, fue la vanguardia estudiantil del Instituto Nacional la que marchó el 9 de enero de 1964 con un solo propósito, izar la bandera en el asta del Colegio Secundario de Balboa en la Zona del Canal. El sociólogo en aquellas reflexiones añade que la juventud marchó para reivindicar la soberanía panameña sobre todo su territorio: "Un solo territorio una sola bandera".
El 9 de enero de 1964 representó la ebullición o erupción de varios eslabones de lucha por lograr la reivindicación de nuestra integridad nacional y la de nuestros territorios. La reacción inexorable de estudiantes panameños y la población civil surgió como respuesta espontánea frente a la desobediencia arrogante de los zonian en torno al acuerdo Chiari Kennedy de 1962. Es justo aclarar que también fue la acumulación de un fervor por recuperar el honor nacional.
En contexto, entre diversos asuntos de interés para el país, el 15 de junio de 1962, ambos presidentes habían suscrito un acuerdo. De ese pacto surgió una comisión conformada por panameños y estadounidenses destinada a resolver lo concerniente a la bandera.
El 7 de enero de 1963 se anunció que la bandera de Panamá se izaría junto a la norteamericana en los puntos en la Zona del Canal donde esta última fuese enarbolada. En ese sentido, las banderas serían elevadas en 17 lugares. La realidad discrepó de lo acordado, la bandera nacional no era izada ni en las bases militares ni en los barcos que atravesaban la vía interoceánica. Los zonian, en actitud revanchista, no cumplieron con izar ambas banderas antes del 7 de enero, tal lo acordado.
Gandasegui menciona que en las primeras horas agitadas del 9 y 10 de enero, la fracción transitista se opuso al rompimiento de las relaciones con Estados Unidos e insistió en la necesidad de apoyar a las fuerzas armadas de ese país para reprimir las manifestaciones populares que protestaban a favor de la soberanía nacional. Esta facción sigue transitando hoy 2023, tal especie rapiñosa como conspiró con éxito en 1903.
A casi 60 años del trágico enero de 1964, las áreas de la antigua Zona del Canal son lugares donde la presencia extranjera persiste, solo que ahora no es militar, sino, corporativa, y multinacional. También están los sitios revertidos, que ahora son privados, y visibles los puntos abandonados, como símbolo de desidia e irrespeto por la patria. Junto a ello la incapacidad de iniciativas que conserven la historia.
Y qué decir de la élite que administra el Canal de Panamá, en cuya Junta Directiva siempre está presente algún personaje del abolengo burgués criollo. También, los vínculos de la política partidista con sus parásitos empresariales y sus personeros, al servicio indigno del capital privado y avaro.
De la ampliación del Canal vale recordar que estuvo condicionada por una narrativa cargada de propaganda y verdades a media, de entuertos y secretos. Y ese buró al que denominan empresa modelo, poca o ninguna rendición ofrece al país sobre los derechos laborales, presuntamente vulnerados, lo cual se agrava ante el silencio cobarde de una prensa sistémica. Ni mucho menos en relación con los negocios que realiza.
No olvidéis que la plenipotenciaria ACP es otra república, luego de la reforma constitucional firmada por la partidocracia en julio de 2004. El constitucionalista Humberto Ricord, se preguntó; «¿por qué ese cambio extraño de adscribir a la ACP el cometido de proponente de cualquier proyecto de construcción de un nuevo Canal o de un tercer juego de esclusas, ya sea por administración o mediante contratos celebrados, cuando constitucionalmente la dueña del Canal es la República de Panamá, y la ACP solo es administradora?» Para Ricord la reforma excedía a la ACP como administradora del Canal de Panamá del marco de sus funciones constitucionales.
La referencia del constitucionalista Ricord la citó Illueca, exnegociador del tratado canalero a través de una publicación del 28 de junio del 2004 en un artículo que publicó en El Panamá América titulado: «No a la reforma del artículo 319 de la Constitución».
Estructuras y lugares que hoy pudiesen ser sitios turísticos mediante la creación de museos, con narraciones documentadas en torno a la presencia militar extranjera, las luchas generacionales por nuestra soberanía, etc, son propiedad de multinacionales, universidades y colegios privados y foráneos que entierran la historia y nuestra identidad nacional.
Y para ensanchar el entuerto, está el déficit de conocimiento histórico de una generación desorientada que camina hacia la ignorancia y el analfabetismo. Penetrada por un colonialismo cultural, cuya fuente de información primaria suelen ser las plataformas de entretenimiento y alienación. Desconocen las raíces de sus padres y tampoco les interesa, mucho menos lo que ocurre en el país con una gobernanza apátrida, que tiene su origen en una partidocracia corrupta y servil.
La lucha por defender nuestra identidad nacional y nuestros derechos soberanos no ha terminado, denunciemos a los falsos patriotas que continúan pisoteando nuestra nacionalidad.
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