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Panamá 9 de Enero: falsos nacionalistas continúan mancillando la lucha soberanista


En los años 70 y 80, para quienes apenas crecíamos, recordar el 9 de enero de 1964 revivía sentimientos de rechazo e impotencia. Evolucionábamos durante la era de la denominada antigua Zona del Canal, franja territorial ocupada por Estados Unidos mediante la presencia de bases militares y otras actividades.



Por: Abdel Fuentes

9 de enero, 2025


En nuestra propia patria era prohibido circular con libertad por la Zona del Canal. Eran pocos los lugares a los cuales se nos permitía entrar. Y, en aquellos casos, tampoco estábamos exentos de padecer opresión ante la presencia militar.


Para quien escribe estos vocablos, ir a la playa Veracruz era toda una aventura, que también incluía amargura. Un Check-point, o puesto de control militar, precedía nuestro corto viaje. Si a los gringos les salía de sus forros, como decía mi padre -Euclides Fuentes Arroyo-, no pasábamos.


Frente al régimen de apartheid, la letra de la canción "Colonia Americana", que la reteníamos en nuestra memoria consciente y crítica, la gorgoreábamos con vigor.


Otro motor de furia que enardecía nuestras mentes eran las imágenes transmitidas por la televisión sobre lo ocurrido el 9 de enero de 1964, tras las detonaciones de municiones contra panameños y el mortal impacto que dejó al primer caído, Ascanio Arosemena. De igual manera, los nefastos tratados como el Hay-Bunau Varilla, referidos como material de estudio, en la secundaria, afianzaban en nosotros ese sentido de identidad nacional y rechazo por la presencia militar yanqui; contrario a la intención que en su momento tuvo la señora, que sin ser autoridad académica e intelectual en temas de educación y materia curricular, anuló la asignatura de los colegios nacionales.


El abogado y expresidente Jorge Illueca en una publicación que hizo en el diario el Panamá América el 21 de enero de 1964, concluyó: "El pueblo panameño se siente orgulloso de la conducta de sus generaciones juveniles".


Como mencionó Marco A Gandasegui H. en la revista Tareas de marzo-abril de 2016, bajo el título la Juventud Panameña y la gesta del 9 de Enero, fue la vanguardia estudiantil del Instituto Nacional la que marchó con un solo propósito, izar la bandera en el asta del Colegio Secundario de Balboa en la Zona del Canal. Añade que la juventud marchó para reivindicar la soberanía panameña sobre todo su territorio: "Un solo territorio una sola bandera".


El 9 de enero representó la ebullición de varios eslabones de lucha por lograr la reivindicación de nuestra identidad nacional y nuestras tierras. La reacción inexorable de estudiantes panameños y la población civil surgió como respuesta espontánea frente a la desobediencia arrogante de los zonian -zoneítas- en torno al acuerdo Chiari Kennedy de 1962. Es justo aclarar que también fue la acumulación de un fervor por recuperar el honor nacional.


El 15 de junio de 1962, ambos presidentes habían suscrito un acuerdo. De ese pacto surgió una comisión conformada por panameños y estadounidenses destinada a resolver lo concerniente a la bandera.


El 7 de enero de 1963 se anunció que la bandera de Panamá se izaría junto a la norteamericana en los puntos en la Zona del Canal donde esta última fuese enarbolada. Las banderas serían elevadas en 17 lugares. La realidad discrepó de lo acordado, el emblema nacional no era izado ni en las bases militares ni en los barcos que atravesaban la vía interoceánica. Los zoneítas, en actitud revanchista, no cumplieron con izar ambas banderas antes del 7 de enero, tal lo acordado.


Gandasegui menciona que en las primeras horas agitadas del 9 y 10 de enero, la fracción transitista se opuso al rompimiento de las relaciones con Estados Unidos e insistió en la necesidad de apoyar a las fuerzas armadas de ese país para reprimir las manifestaciones populares que protestaban a favor de la soberanía nacional. Esta facción sigue transitando hoy 2025, tal especie rapiñosa, como conspiró en 1903.


A 61 años del trágico enero de 1964, las áreas de la antigua Zona del Canal son lugares donde la presencia extranjera persiste, solo que ahora no es militar, sino, corporativa, y multinacional. También están los sitios revertidos, que ahora son privados, y visibles los puntos abandonados, como símbolo de desidia e irrespeto por la patria. Junto a ello la incapacidad de iniciativas que conserven la historia, como el levantamiento de museos o salas de reflexión.


Y qué decir de la élite que administra el Canal de Panamá, en cuya Junta Directiva siempre está presente algún personaje del abolengo burgués criollo, o de la parásita oligarquía y la plutocracia dominante. También, los vínculos de la política partidista con sus vividores del sector empresarial y sus personeros, al servicio indigno del capital privado y avaro, local y foráneo.


De la ampliación del Canal vale recordar que estuvo condicionada por una narrativa cargada de propaganda y verdades a media, de entuertos y secretos. Y ese buró al que denominan empresa modelo, poca o ninguna rendición ofrece al país sobre los derechos laborales, presuntamente vulnerados, ni mucho menos en relación con los negocios que realiza. Esto se agrava tras el silencio cómplice y cobarde de una prensa sistémica.


Para el constitucionalista Humberto Ricord, la ACP era otra república, gracias a la reforma constitucional firmada por la partidocracia en julio de 2004. Se preguntó; «¿por qué ese cambio extraño de adscribir a la ACP el cometido de proponente de cualquier proyecto de construcción de un nuevo Canal o de un tercer juego de esclusas, ya sea por administración o mediante contratos celebrados, cuando constitucionalmente la dueña del Canal es la República de Panamá, y la ACP solo es administradora?» Ricord sostuvo que la reforma excedía a la ACP como administradora del Canal de Panamá del marco de sus funciones constitucionales.


Para ensanchar el entuerto, hay un déficit de conocimiento histórico por una generación desorientada que camina hacia la ignorancia y el analfabetismo. Penetrada por un colonialismo cultural, cuya fuente de información primaria suelen ser las plataformas de entretenimiento y alienación. Desconocen las raíces de sus padres y tampoco les interesa, mucho menos lo que ocurre en el país con una gobernanza apátrida, que tiene su origen en una partidocracia corrupta y servil.


Por supuesto que los verdaderos nacionalistas y antiglobalistas debemos rechazar las grotescas pretensiones del Presidente electo de los Estados Unidos. Sobre todo, de quien se jacta de ser un salvaguarda de los intereses nacionales de su país, pero que a costa de quién sabe qué, pretende mancillar los nuestros. La contrariedad está en que muchos de los que hoy vociferan nacionalismo, son los mismos que mañana, como lo hicieron ayer, se rendirían ante la ordenanza del gringo, que, indistintamente de saber qué información maneja acerca de la élite de la ACP, con su insolente ignorancia ultraje nuestra independencia y dignidad nacional.


La defensa por nuestros derechos soberanos no ha terminado, y no solo implica el Canal, también el rechazo de las huestes extranjeras, individuales o colectivas, que nos depredan. Verbigracia, multinacionales corruptas como muchas de las farmacéuticas, que impusieron contratos leoninos durante la denominada pandemia con la anuencia de la partidocracia.


Denunciemos a los pseudopatriotas que continúan pisoteando las conquistas soberanistas.

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